Aquí estoy, escribiendo sin saber muy bien qué voy a contar.
Había terminado un escrito sobre las barriguitas mía y de unas amigas y los buenos propósitos para después del verano, y al ir a buscar una imagen apropiada para acompañarla me encontré una gran cantidad de fotos de chicas totalmente anoréxicas. Cuerpos que no eran cuerpos, algunos incluso no se mantenían de pie. No supe cómo reaccionar en ese momento, me sentí muy mal y tuve que abandonar mi escrito.
Ahora he decidido retomarlo pero contarlo de otra manera, agradeciendo lo que tenemos.
Todo surgió aquel día que andábamos en la piscina varias vecinas y amigas de mi misma quinta, hablando de lo curioso que es ver cada año el mismo ritual.
Comentábamos que hay quien el 31 de diciembre decide hacer su lista de buenos propósitos para el año nuevo. Muchos esperan al final de la primavera para comenzar esos ejercicios que le harán disimular la tripilla en el verano. Unos pocos utilizan sus vacaciones para preparar la agenda completa de su próximo año. Y otros consideramos que el mejor momento para “empezar a …” es el 1 de septiembre.
Continuamos tratando temas vanales y terminamos coincidiendo en lo mismo. En años anteriores todas teníamos varios propósitos para otoño, alguno era hacer ejercicio para encontrarnos mejor físicamente. Y si eras constante notabas grandes cambios. Si hacías natación o pilates mejoraba tu espalda y tu postura; si practicabas aeróbic o gimnasia se te ponían las piernas y brazos duros; si hacías abdominales conseguías tener un talle esbelto y liso. Sin embargo venimos notando que últimamente por más que hacemos, no vemos resultados y nos quedamos igual.
¿Qué vais a hacer este otoño?
La una espera poder mantener su clase de baile semanal porque el tiempo no le da para más pero claro, como está embarazada del tercero, ahora ganará kilitos y piensa que ya no perderá nunca ese "flotador” que la rodea.
La otra, con sus cuatro retoños, está limitada igualmente a su clase de danza en la que coincide con la una, y que no quiere dejar porque, además de que le encata, esa cintura que ella tenía no hay quien la recupere pero al menos espera que no vaya a más.
La de más allá se ha quedado dos años en paro y se plantea apuntarse a inglés, pero no sabe si además podrá ser constante en algún tipo ejercicio que, por otro lado, no le vendría mal ya que después de tener al segundo hijo su talle no ha vuelto a ser el mismo.
La que suscribe tiene una hora más al día porque la niña empieza el colegio y, aunque también le apetecería retomar el inglés, está pensando en hacer un ejercicio tonificante, además del baile en el que coincide con la una y la otra, ya que el michelín abdominal, junto con los brazos y piernas colgones no son lo más deseado.
Por unanimidad acordamos que el pasado es irrecuperable pero que en nuestras manos y, sobre todo en las de “septiembre” está el mantener lo que tenemos, en un par de años no habrá nada que hacer.
Podría parecer que terminamos desalentadas ¡nada más lejos de la realidad!
Las cuatro estamos entre los 36 y 38 años. Las cuatro hemos estado más o menos bien (o eso queremos pensar). Las cuatro hemos tenido hijos y las cuatro sabemos que ha llegado la edad, “esa edad” a la que si tienes la suerte de haber llegado tan estupenda como nosotras y sobre todo sana, ya puedes darte con un cantito en los dientes.